martes, 1 de diciembre de 2009

El instituto Trafalgar, a través de sus 40 años de vida (1ª parte)


Me ha pedido la compañera Olga un artículo para el blog Cuaderno del Trafalgar. Este año se cumple el cuarenta aniversario del instituto, desde que en 1969 se creara como una sección delegada del instituto Isla de León de San Fernando. Mucho ha llovido desde entonces y en ese devenir se han ido añadiendo algunas de las particularidades que le han conformado como un centro con una personalidad propia, si se quiere peculiar y ante todo (¡ay, madre!), poliédrica. Digo esto último, exclamación incluida, porque es muy común fijarse en las realidades presentes como si vinieran de un pasado estático, lo que lleva a creer que todo ha sido siempre igual y si el presente no gusta, se dice entonces que peor que ayer. Esta forma de pensar es lo que lleva a la deformación de la realidad, lo que ayuda muy poco a entender los cambios que se operan en el presente y los que sucesivamente se han ido produciendo en los años anteriores. Y para ello voy a extenderme un poco en lo ocurrido durante los 40 años de vida del Trafalgar, ilustrándolos con ejemplos.



El instituto hasta 1998: la etapa del alumnado seleccionado

238 estudiantes de Barbate y Vejer entre 1º y 4º, los niveles del Bachillerato Elemental, abrieron la vida del centro inaugurado en 1969. Era formalmente una sección delegada, pero para Barbate era el instituto. Estaba poblado de niños y niñas (¿o no eran así, cuando entonces se podía empezar a estudiar bachillerato elemental con 10 años?), y adolescentes. En 1º entraron quienes acababan de terminar sus estudios primarios y también quienes lo habían hecho en años anteriores. Las aulas de 2º, 3º y 4º  las ocuparon sobre todo quienes habían estado estudiando en la modalidad Libre, casi siempre con la ayuda de alguna academia, pero también quienes dejaron los colegios donde habían iniciado el bachillerato. Después de sus primeros pasos, en el curso 1971-72 el nuevo centro consiguió empezar a funcionar como un instituto de bachillerato independiente. Sin nombre, todavía.
La primera promoción que acabó el Curso de Orientación Universitaria (COU) fue la del 72-73. Tres después, en el 75-76, empezó a aplicarse la Ley de Educación de 1970 (la conocida como “ley Villar Palasí”, por el ministro) y con ella se introdujo el Bachillerato Unificado y Polivalente, un nombre tan rimbombante que acabó  quedándose con su acrónimo BUP. Fue el momento en que dejó de haber imberbes, para convertirse en un centro de adolescentes de 14 años en adelante.
El nombre de Trafalgar data de 1976, manteniéndolo hasta hoy. Ignoro el porqué de ese nombre, pero, a mi entender, es resultón, por apropiado, sonoro y conocido. Batallitas aparte, ¿si en Londres su Trafalgar Square es su centro urbano, acaso no merece nuestro pueblo (¿o ciudad?) tener ese nombre en su primer instituto, cuando el cabo de Trafalgar, un precioso tómbolo, pertenece a nuestro término municipal?
Ese mismo curso también fue el de la implantación del Bachillerato  Nocturno, dirigido a mayores de 16 años y, teóricamente, que estuvieran trabajando. Era una clara señal de las ganas que había por aprender después de tantas décadas de olvido. Mientras tanto el instituto no dejó de crecer. Fue un crecimiento ininterrumpido desde 1977, que obligó a dos ampliaciones del edificio. La primera, en  1981, que se corresponde con el ala frontal izquierda que se ve mirando a la puerta principal. La segunda ampliación, hecha diez años después, con controversia incluida (“¿por qué ampliar más y no construir otro centro?”, nos preguntábamos), donde actualmente se encuentran la biblioteca y el salón de actos. En el curso 1988-89 se desvinculó el alumnado procedente de Vejer, cuando se creó una extensión del Trafalgar, que funcionó como tal hasta su fusión con el instituto de formación profesional de ese municipio en 1991. El momento de mayor número de estudiantes, mientras se aplicó la ley de 1970, fue precisamente el último de su existencia, es decir, el curso 1997-98, con 1.027 matriculaciones.

El instituto de la obligatoriedad de escolarizarse hasta los 16 años

El inicio de aplicación de la Ley Ordenación General del Sistema Educativo de 1990, llamada LOGSE, abrió una nueva etapa. Como todo lo nuevo, no estuvo exenta de polémica, sin que ésta haya desaparecido. Fue en el  curso 1998-99 y vino acompañado de la escolarización generalizada, por obligatoria, con 3º de Educación Secundaria Obligatoria (¡la ESO!) y el cambio de denominación del antenombre del centro, que dejó de ser instituto de bachillerato para empezar a ser instituto de educación secundaria (IES). Durante unos años, ante la ausencia de más centros de secundaria, el Trafalgar conoció una situación de provisionalidad e incomodidad, al ser el único centro de secundaria del municipio o el núcleo de esa etapa educativa. Me explico. En el 98-99 acogió en tres turnos (mañana, tarde y nocturno) a todo el alumnado desde 3º de ESO. Los colegios, mientras tanto, siguieron manteniendo el primer ciclo de ESO, con los niveles de 1º y 2º. En el curso siguiente, el 99-00, se continuó con los mismos turnos, pero el colegio Vicente Aleixandre, como extensión del Trafalgar, acogió varios grupos de 3º de ESO junto a los que ya tenía del 1º ciclo. En el curso 2000-01, otro colegio, el Bahía de Barbate, hizo lo propio, mientras se mantenía el  desdoble de ESO por la tarde.    
Fue, por fin, en el 01-02 cuando se completó la actual red de centros, empezando a normalizarse la situación. Junto al Trafalgar, que le correspondió, como hasta ahora, ofrecer ESO, Bachillerato y ciclos formativos, empezaron a funcionar los institutos Vicente Aleixandre y Torre del Tajo, sólo con alumnado de ESO. El colegio Cervantes de Zahara de los Atunes, por su parte, mantenía, como sigue haciendo, el 1º ciclo de secundaria. El Trafalgar, a su vez, volvió a escolarizar por segunda vez alumnado menor de 14 años, después de la larga etapa de la ley de 1970. El curso 01-02 lo hizo con el alumnado de 2º de ESO, que tenía 13 años. El siguiente, el 02-03, ya empezó con 1º. Con el tiempo se convirtió en la primera promoción que pudo estudiar durante seis años las dos etapas completas de ESO y Bachillerato. La culminó el año pasado, el 2008. 
Para la distribución del alumnado por los centros de secundaria se ha recurrido desde el principio al sistema de zonificar cada uno en relación a los centros de primaria. De esta manera, al Trafalgar le corresponde el alumnado del colegio Juan XXIII, mientras el colegio Cervantes de Zahara de los Atunes, que aporta alumnado del municipio de Tarifa proveniente de El Almarchal, La Zarzuela y Los Alemanes, envía el suyo desde 3º de ESO. 
Un hecho puntual se produjo en el curso 2004-05, en que llegó por única vez el alumnado procedente del colegio Estrella del Mar (dependiente del ministerio de Trabajo). Coincide con la promoción que acaba 2º de Bachillerato el actual curso, de manera que en 2010 se pondrá fin a su presencia en el Trafalgar.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Fotos para el recuerdo I


En el patio de entrada del instituto posaron para el recuerdo los profesores y alumnos de la promoción  del curso 1974/75 del Trafalgar. Entre otros están Paco Mantencón, Mª Teresa de Nicolás, Cristina Alonso, Manuel Mercado, M. Álvarez de Toledo, el Padre Ramón, Javier Cejuela, Pura Saval, Leonor Malia Carpio, Paco Malia, Antonia Cardoso, Gloria Cortejosa Mera, Francisco Víu, Pilar Virués, Antonio Callado, Antonia Acuña, Mª Carmen Cardeñosa, Isabel García Iglesias, Beatriz Reyes, Juani Galindo, Luisa Mª García Salazar, Catalina Corrales Aragón, Juani Varo, Charo Abascal, Mª Carmen Malia, Carmen Sevilla, Aurelio, Conchi Malia, Ángela Altamirano Tello, A. Perea, Diego Robles y Antonio Aragón.

martes, 24 de noviembre de 2009

Noches flamencas en el Trafalgar



Por Esther Soler y Mª Carmen Rivera 

Allá por los años ochenta, entre febrero y marzo, aprovechando la celebración del Día de Andalucía, se dieron encuentro en nuestro centro muchos aficionados al cante flamenco. Cantaores y guitarristas de Barbate, junto a grandes figuras como Rancapino o M.Soto "Sordera", pisaron el escenario que se improvisaba en el salón de actos o en el patio, si el tiempo acompañaba. Fueron siete años, siete noches casi de primavera en las que los pinares amortiguaban el sonido de palmas, guitarras y quejíos del cante jondo. Cada año el espectáculo contaba con mayor número de asistentes: autoridades del ayuntamiento, peñas barbateñas, padres y profesores, pero en especial eran los alumnos los que cada vez iban llenando el aforo: al fin y al cabo era a ellos a quienes se dirigía el evento, a ellos, que constituirían en Barbate una nueva cantera de aficionados al flamenco.

El espectáculo, completamente gratuito, comenzaba a las diez o diez y media de la noche, duraba alrededor de tres horas –más para aquellos espectadores que se quedaban hasta altas horas de la madrugada charlando con los artistas-. Las emisoras de radio locales de Barbate y Vejer retransmitían el espectáculo y antes, durante y después del mismo la gente podía pasarse por la barra y probar alguna tapa. Por aquellos años el ayuntamiento colaboraba con pequeñas subvenciones y el Trafalgar ponía a disposición de los organizadores del evento las infraestructuras del centro y alguna cantidad para sufragar gastos.

Después de esos años las dificultades para celebrar la noche flamenca eran cada vez mayores: cambio de prioridades en los presupuestos y en las actividades culturales y académicas del centro, en definitiva, una iniciativa que en los noventa fue reduciéndose a la organización de espectáculos flamencos con los alumnos del nocturno,  hasta que, finalmente, desapareció.

Es posible que hoy en día recuperar esa tradición y retomar la iniciativa de celebrar una noche flamenca en nuestro instituto no tenga mucha aceptación entre nosotros, los alumnos, a pesar de que a muchos les gusta el flamenco, incluso están introduciéndose en el tema gracias al Proyecto Integrado “Flamenco y literatura de transmisión oral”.  O tal vez pueda que sí, que sea una buena idea: ha pasado mucho tiempo, la enseñanza ha cambiado, pero el flamenco es una forma de expresión muy vinculada a nuestro pueblo y, en cualquier caso, la convivencia entre profesores, padres y alumnos en torno a un acto cultural es, hoy por hoy, más necesaria que nunca.

No queremos cerrar este texto sin agradecerle a Antonio Casas, profesor de matemáticas de este centro y uno de los responsables de aquellas noches flamencas, que haya desempolvado sus recuerdos y con su charla amena y su buena memoria nos haya ayudado a reconstruir aquellas veladas.  Gracias también por cedernos la imagen: Rancapino al cante y Pedro Bacán a la guitarra.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Una brújula en el cajón

Por Olga Rendón

Al hacer limpieza puede ocurrir lo que nos ocurrió a los compañeros del departamento de lengua a principios de este curso, que se encuentren cosas escondidas en el fondo de un cajón que no se tenía ni idea de que existieran. El objeto en cuestión era un librito rectangular, con la pasta color burdeos y unas letras doradas, serias y pretenciosas en las que se leía: “Libro de actas”.


Iba ya la mano directa hacia la caja de reciclaje –esa es la inercia cuando uno hace limpieza entre montones de papeles acumulados- cuando decidimos echarle una ojeada, un último vistazo curioso antes de la quema. Nos reunimos en torno al ejemplar y, con lentitud, fuimos hojeando sus páginas: las fechas, las distintas caligrafías con distintos tonos de azul y negro, las firmas, nombres y apellidos de personas para nosotros totalmente desconocidas, que habían debatido temas, acordado soluciones, planteado propuestas…. durante las reuniones celebradas en el seminario de lengua en aquellos años ochenta. Esas páginas ya amarillentas recogían cierto tedio de oficiosas tareas burocráticas, encendidas polémicas sobre puntos candentes acerca del funcionamiento del centro, inventario de materiales para el departamento, proyectos de mejora, en definitiva un incesante trabajo en equipo.

Después de pasar sus páginas cruzamos una mirada que se traducía en impotencia: cómo vamos a tirar esto. No es una reliquia, no vale su peso en oro, no contiene datos relevantes, y sin embargo es un testigo mudo del trabajo de aquellos compañeros que nos precedieron, de sus logros y sus derrotas. Tirar ese librito era despreciar aquel esfuerzo, aquella ingente tarea que consistió en formar los cimientos de nuestro departamento, con consenso, buenas iniciativas y sentido común. De manera que lo guardamos. Y aquí está, custodiado en el cajón, como un amuleto, como una brújula que marca nuestro norte, recordándonos que nuestro trabajo no empezó de la nada, sino que tomó el relevo de otra generación de profesionales que dejó su huella en el Trafalgar.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Ocho estudiantes en barca



Curso 69/70. La imagen es una fotografía tomada el primer año de apertura del centro IES Trafalgar. Ocho jóvenes cruzan el río para trasladarse desde Zahara de los Atunes a Barbate; estrenan el nuevo centro educativo, pero el puente que une Barbate con el Laollá todavía no está construido; de manera que, como transporte escolar, hay que contar con una barca de remo llevada por un señor mayor, que acompaña a estos chicos todas las mañanas para luego por la tarde recogerlos y llevarles de vuelta a casa. Ahora vemos la foto en blanco y negro, las caras, las ropas de los estudiantes… y nos parece aquello muy lejano; sin embargo, podríamos ponernos por un momento en su pellejo e imaginar qué nos parecería si tuviéramos que cruzar ese río en pleno invierno, cuando amanece aún de noche, cómo sería atravesar sus aguas en pleno chaparrón y llegar al instituto con los zapatos calados y los calcetines chorreando, cómo aprender a aguantar el equilibrio los días de levantera, con los brazos sujetando fuertemente los libros escolares ¿es posible que alguno de ellos se cayera al agua?, cuántos días seguidos se quedarían en la otra orilla sin poder cruzar por culpa de una lluvia insistente. Y aún así, estos jóvenes madrugan cada mañana con obstinación, empeñados en aprovechar la oportunidad que se les brinda de formarse, de proyectar su futuro, de hacer realidad su empeño de querer ser alguien en la vida.
Los comienzos no son nunca fáciles, no lo fueron desde luego para estos ocho alumnos de Zahara, que inauguraron nuestro instituto hace ahora cuarenta años.
Samuel Núñez Benítez

viernes, 16 de octubre de 2009

El "Trafalgar" de Barbate

No es que todo tiempo pasado sea mejor, es que es tener 15 años es como andar con un manojo de llaves y empezar a abrir puertas al futuro. La distancia que da el tiempo salva nuestra visión de esa insoportable adolescencia, victimista y caprichosa.
Llegué al Trafalgar al día siguiente de la muerte de Paquirri. Los periódicos recuerdan que hace ya 25 años de aquello. Barbate era una conmoción. Pensaba que la catarsis de Pozoblanco aletargaría las ganas de novatadas en mi primer día en el instituto. Pero no fue así. Casi me salvo “de la quema” hasta que, ya al final de una mañana llena de gritos y carreras, alguien alcanzó mi camisa blanca con un bote de “kanfort” negro. No pasa nada, me dije. Esto es la guerra.
Los cambios no me achantaron. Nunca había compartido pupitre con el sexo opuesto. No había niños, desde luego, en el colegio de monjas de Vejer, del que yo venía, pero tener hermanos mayores ayuda. Aunque estos no formaran parte de mi hábitat escolar, por decirlo de alguna manera.
Al cabo del tiempo, recuerdo con enorme cariño aquel primer año en el instituto, y los tres siguientes también. Fueron la salida de la niñez y la entrada a la madurez, antesala de la Universidad y del resto de la vida y sus diversidades. Recuerdo a profesores y profesoras entrañables, cultos, estrictos algunos, otros divertidos. La visión romántica no me vuelve amnésica y también me acuerdo de algún hueso que se equivocó de profesión. Recuerdo a mis compañeros de entonces, el bar de Paulino, el quiosco verde de la entrada, el pinar, el parque, la playa. El barrio entero. Y lo recuerdo con cierta nostalgia.
Han pasado más de dos décadas. Muchas puertas he abierto ya al futuro con aquellas llaves y otras se han cerrado. Los avatares personales y profesionales me han llevado a diferentes lugares. Pero siempre he dicho, orgullosa, que estudié bachillerato en un instituto público, en el Trafalgar de Barbate.

Oliva Rendón

Cádiz, octubre 2009

viernes, 9 de octubre de 2009

Declaración de intenciones

Al comenzar el curso, cuando tuvimos que rellenar la matrícula para 2º de Bachillerato, elegimos entre las optativas de "Proyecto Integrado", la de Medios de Comunicación. En la primera clase la profesora nos explicó en qué consistiría el trabajo: hacía cuarenta años de la inauguración del IES Trafalgar en Barbate y, aprovechando el evento, investigaríamos acerca de la historia del centro y plasmaríamos los resultados en un blog: El cuaderno del Trafalgar.
Al principio nos pareció una asignatura más, pero pronto nos dimos cuenta de que era una tarea interesante y, desde luego, un privilegio que nos hubiera correspondido, precisamente a nosotros, ser los que rescatásemos la memoria de nuestro instituto, los que registrásemos las experiencias, recuerdos y anécdotas de los que han estudiado o trabajado aquí, así como los cambios estructurales en el edificio; en definitiva, los que diéramos cuenta de aquello que ha llevado a nuestro centro a ser lo que es y como es.
Seguro que hay más de una historia que contar de profesores que marcaron la vocación de sus alumnos, de lugares especiales visitados con los compañeros, de fiestas y celebraciones recordadas después de muchos años, y seguro que hay muchas imágenes que pueden ilustrar cuarenta años de historia del Trafalgar, empezando por esa foto de los alumnos de Zahara cruzando el río en barca para llegar a Barbate y terminando por la última que nos hagamos los alumnos que ahora somos de 2º de bachillerato en nuestro viaje de fin de curso a Praga.
Recogemos la herencia de aquellos que nos precedieron aquí y les pagamos con este pequeño homenaje.
Álvaro Guzmán y Juan José Rivas.